miércoles, 29 de enero de 2014

Unas cuantas historias...



                            Historias de la solidaridad

El ciego:

Dicen que una vez, había un ciego sentado en un parque, con una gorra a sus pies y un cartel en el que, escrito con tiza blanca, decía: "POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO". Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.

Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Ahora su gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego reconociendo sus pasos le preguntó si había sido él quien reescribió su cartel y sobre todo, qué que era lo que había escrito allí. El publicista le contestó: -"Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras". Sonrió y siguió su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía: "ESTAMOS EN PRIMAVERA, Y... YO NO PUEDO VERLA" 


Cambiemos de TÁCTICA cuando algo no nos sale, y verás que puede que resulte mejor de esa manera.
                                                                         

La piedra del camino:


Estaba un día Diógenes plantado en la esquina de una calle riendo como un loco. ¿De qué te ríes?», preguntó un transeúnte. - «De lo necio que es el comportamiento humano», respondió. - 



`¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle? Desde que llegué aquí esta mañana diez personas han tropezado con ella y la han maldecido, pero ninguna de ellas se ha tomado la molestia de retirarla para que no tropezaran otros con ella.´




Pidiéndole a dios: 

Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos, descalso, viendo a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo:"Mi pequeño amigo, ¿Qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?"."Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos". Fue la respuesta del niño.La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para el niño. Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda y se los secó.Para entonces el empleado llegó con los calcetines.La señora le puso un par al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño. Le acarició la cabeza y le dijo:"¡No hay duda mi pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!".Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, le preguntó:

"¿Es usted la esposa de Dios?".

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